MADRID (ABC).-
El rumor nace, crece, se reproduce y no muere. En muchas ocasiones, el desmentido no hace sino dar credibilidad a una conjetura. Los rumores son en general síntomas de una deficiente política de comunicación interna. Utilizar los mismos códigos, reconducir la información y transmitir claridad son algunas de las pautas por seguir.
¿Por qué cuando un alto ejecutivo recopila información sobre una determinada cuestión mediante sus contactos personales ejerce el networking y cuando un empleado hace lo mismo con sus compañeros en torno de la máquina de café, sencillamente, chusmea?
Las especulaciones de pasillo evidencian el grado de incertidumbre que existe entre los empleados de una organización. Antes de asumir un fracaso en los procesos de comunicación, muchos directivos prefieren demonizar la radio pasillo, en la que no ven otra cosa que ingratos trabajadores que pierden el tiempo.
Sin embargo, y aunque ellos mismos no se den cuenta, los directivos son los primeros en apreciar la información blanda. "La razón está en su oportunidad: el chisme de hoy puede ser la realidad de mañana", afirma Henry Mintberg en un su estudio El trabajo del directivo: folklore y realidad, un clásico de la Harvard Bussiness Review.
Rasgos positivos
Los rumores se pueden prevenir o reconducir, pero una vez que han aparecido es muy difícil, si no imposible, eliminarlos. Son excepcionalmente rápidos, baratos, imprevisibles, cuentan con el crédito de aquellos que los transmiten y, además, mutan. La distorsión del boca a boca, añadida a la interpretación personal que muchos de los emisores añaden a la hora de difundirlos, hace que sea casi imposible interceptarlos.
"El rumor tiene un período de vigencia -apunta Ricardo Esteban, director de Griker & Asociados-. Además, le ocurre algo parecido a una serie de televisión: para mantener altos los niveles de audiencia tiene que cambiar, ofrecer algo nuevo que mantenga el interés del público. Por eso, el rumor tiende a distorsionar el mensaje original para seguir teniendo el poder de seducción que lo hizo popular en un principio."
Es precisamente en la reinterpretación personal del mensaje que se añade en el momento de su transmisión donde reside la mayor dosis de intencionalidad. Tal y como demuestran los datos de un estudio realizado por la Universidad de Michigan acerca de las fuentes de los rumores, y en contra de lo que se suele pensar, el 80% de los rumores en las empresas analizadas surgía de forma espontánea, fruto de especulaciones ante una preocupación concreta.
En ese 20% restante se esconden los rumores más peligrosos para la empresa, los intencionados, aquellos que buscan un provecho y que, en muchas ocasiones, se vuelven contra el que los inventa.
A propósito
Existen otro tipo de rumores intencionados dentro de la empresa, que no responden necesariamente a cuestiones monetarias.
"Se puede hablar de dos motivaciones básicas en las personas que los generan -explica Julio Moreno, socio director de HayGroup-. Una es la afiliación: piensan que contando a los demás una serie de cosas que estos quieren oír van a conseguir lazos más estrechos con el grupo. Otra, la influencia: en personas que sufren de una necesidad de reconocimiento, hacer ver que se manejan datos (aunque sean falsos) es una forma de satisfacer esa necesidad."
En otros casos, lanzar un rumor y asegurarse una amplia difusión puede ser un intento de que la empresa hable y se defina respecto de una determinada cuestión, sobre la que ni siquiera tendría por qué pronunciarse.
"Una empresa no puede entrar en el juego de los desmentidos, porq...
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