Las compañías que comprenden que empleados comprometidos son quienes les dan su única ventaja competitiva están tomando en serio el tema de los valores.
Cada vez más personas desconfían de su empleador, son reticentes a asumir riesgos y dejan de lado su vida privada. Hablar de valores en el trabajo, en una época donde lo esencial se ha vuelto el hecho de tener o no un empleo, es casi una utopía.
Sin embargo, y al menos entre aquellos afortunados que tienen el problema esencial resuelto, puede observarse una serie de tendencias que tienen que ver con decisiones difíciles que involucran valores.
Ante una encrucijada, los caminos que toman los trabajadores no están precisamente alineados, y en ocasiones contrapuestos, con los intereses de las empresas para las que trabajan.
Esto se evidencia cada vez con más frecuencia. Pero es importante que las empresas por su propio bien se ajusten a los nuevos valores que sustentan sus empleados.
Tendencias
La primera tendencia que se observa es el creciente escepticismo, si no directamente desconfianza, de la gente respecto de la empresa, encarnada por sus directivos.
Situaciones como probables despidos, cierres, paralelos a ganancias extraordinarias y altos sueldos gerenciales, no han contribuido a modificar esta actitud. Incluso las grandes empresas y las multinacionales ya no son vistas como lugares seguros.
Eso conduce a la segunda tendencia: confiar sólo en uno mismo. Este valor contrasta no sólo con el viejo paradigma de la empresa benigna y protectora, sino también con el principio de solidaridad entre los propios empleados.
En tiempos en que el trabajo en equipo es el lema, la competencia hacia el interior de la organización es disfuncional. Esto se expresa en la tendencia a la meritocracia, según la cual el clima es francamente adverso contra aquellos
que no llegan a ser, en lo suyo, los mejores.
Por otra parte, se hace más difícil para las empresas retener al personal clave. Así, la cuarta tendencia consiste en la renuencia de los trabajadores a asumir riesgos, a menos que sea en su propio beneficio o negocio.
Cuando se supone que las organizaciones, para ser exitosas, deben aprender a explorar, arriesgarse y, eventualmente, equivocarse para llegar a la cima, actitudes conservadoras en sus empleados y gerentes les restan oportunidades en la competencia global.
Trabajar para vivir
Por último, se observa un regreso a centrar la vida en la familia antes que en la carrera laboral. De alguna manera, se ha vuelto al concepto de trabajar para vivir, en lugar de vivir para trabajar, al menos porque ya no se depositan las
lealtades en la empresa, sino que se refuerzan, en cambio, los lazos personales y afectivos, la esfera de lo privado sobre lo laboral.
Estas tendencias implican un cambio en el marco de valores dentro del cual los empleados toman sus decisiones. Haz lo correcto parece ser el lema del momento, mientras que en el pasado, con un enfoque más materialista y funcional, la motivación era haz lo que haya que hacer.
Si las compañías no toman esto en cuenta, se verán seriamente afectadas con problemas de rotación, actitudes negativas frente a iniciativas de cambio, pobre desempeño y hasta sabotaje, vandalismo o robo. Para un trabajador es importante saber qué valores sustenta la empresa. Pero no basta con que éstos estén grabados en una placa en la entrada.
La posición ética de una organización debe demostrarse en cada acción que tomen sus dirigentes. Si un trabajador puede identificarse con ese conjunto de valores, su contribución a la empresa...
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