Son el poder en la luz y la sombra; en Colombia suman más o menos 800.000 y constituyen el blanco de los calificativos más despreciables: ineficientes, corruptos, incapaces, politiqueros, vividores?en resumen, burócratas.
Por preparados, cultos y valiosos que sean llevan el estigma de haber llegado a un ministerio, a la presidencia de un instituto, a una asesoría principal o a un cargo directivo por habérsele arrimado al árbol de los frutos maduros.
El común de la gente dice que sus colaboradores son los amigos y no los más capaces- aunque cada cargo tiene sus requisitos-a toda hora están en el ojo avizor de enemigos gratuitos y tienen como en ninguna posición del sector privado cuatro y cinco organismos de control encima.
Ellos, por el contrario, esgrimen argumentos a su favor: hacen sacrificios de dinero y tiempo porque trabajan mucho y ganan poco, la calidad del puesto no siempre corresponde a sus méritos y la estabilidad siempre está en entredicho.
¿Cuestión de poder? Quizás, pero también de aspiraciones. ?Si uno quiere hacer una carrera política, trabajar en el sector público es una excelente oportunidad porque desde allí se aprende a conocer el país?, afirma María Mercedes Cuéllar de Martínez, presidenta del Instituto de Ahorro y Vivienda (Icav).
Como directora del Departamento Nacional de Planeación y codirectora de la junta directiva del Banco de la República que fue, ella ve que en la burocracia pública, en el buen sentido de la palabra, se hacen los verdaderos posgrados. ?Comparativamente con la empresa privada se gana poco?, afirma, y señala que eso se compensa con la visión realista que se adquiere sobre el Estado y la sociedad.
Siempre en el mercado
Las personas que han trabajado en cargos directivos en el sector estatal se nutren de experiencias y conocimientos que los hacen atractivos para el sector privado.
Ellos, por la naturaleza de sus cargos, construyen redes sociales, conocen al detalle la normatividad, tramitomanía y funcionamiento de las diferentes instancias gubernamentales.
?Uno desde la política y desde el Estado tiene la posibilidad de hacer mucho por el país, de influir en las decisiones sociales y de actuar como agente de cambio?, afirmó Oscar Iván Zulúaga, ex senador surgido de las entrañas empresariales y fue nombrado recientemente Ministro Consejero.
El nuevo funcionario realizó la semana pasada una rendición de cuentas de su paso por el Congreso, dijo: ?el sector público es complejo y desgastante cuando se trabaja con entereza y convicción, pero deja satisfacciones superiores a las que uno puede lograr con el P&G de la empresa, así ésta aplique todos los principios de la responsabilidad social?.
Gusto por el poder
Sin embargo, más allá de los propósitos altruistas hay quienes tienen opiniones distintas del selecto grupo que saborea las mieles de la función pública. No todo es por vocación de servicio.
A algunos les gusta el poder, dice Cristina Rico, sicóloga y catedrática universitaria. Un ministro, que se puede estar ganando 16 millones de pesos ?frente a 30 ó 50 en una gran empresa- es una persona asediada, con un gran reconocimiento social, a la que consultan y tiene el poder de tomar decisiones.
Lo mismo sucede con la presidencia de un instituto, la dirección de un departamento administrativo, una gobernación o una alcaldía. Son cargos que generan posición y prestigio, una especie de incentivos que para no pocos son más importantes que el mismo ingreso real.
Pero ante todo, dice Jorg...
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